sábado, 31 de diciembre de 2011

Fast cars; shooting stars






Como cuando me susurras, suave, lento, sin prisas. Cero agobios y no hay ansiedad. Como el último chute de heroína que te prometes a ti mismo cada sábado noche. Como cada cigarro que se consume entre tus labios y que ya no va a volver. Como cada pastilla de éxtasis y cada orgasmo reprimido en aquel rincón que solíamos hacer nuestro cada dos días impares de aquel verano no tan azul. Así fue cómo entraste en mi vida, y así de fácil fue como te fuiste. Como un susurro, suave, lento, sin prisas. Cero agobios, y no hay ansiedad. Te fuiste y no te despediste, y mientras yo que te echo de menos. Y sigo consumiendo cigarros, pero ahora de diez en diez. Y ya no me prometo el último chute de heroína porque sé que siempre va a haber otros 10 más, para quitar esa ansiedad que siento dentro al ver que ya no estás. Y ya no reprimo orgasmos, quizás porque ahora sólo los finjo. Que cuándo me tocas, cuando me besas o susurras, las días y las horas perdidas no cuentan más, porque valen por... ¿cuánto? ¿por otros diez? Aunque en realidad me parece poco, quizás por otros quince más. Y ahora ningún éxtasis me puede hacer sentir lo que sentía cuando me empujabas contra aquellos árboles de aquel parque perdido entre los barrios de aquella ya lejana y no olvidada ciudad. ¿Pero cómo puede ser qué aún lo siga haciendo? Escribirte, quiero decir. Cómo si una parte de mi pensase que fueses a leerme estés dónde estés. Como si la otra parte de mi no se partiese en dos cada vez que recuerdo los recuerdos ya perdidos pero para nada olvidados en los que sólo cabían dos. No era cosa de tres, eran dos. Hasta que empezaron a ser uno más uno, y por último le restaron otro uno hasta que uno de los dos se quedó solo. Y ese uno soy yo, o bueno, quizá tú. Quizás tú también estés ahí, detrás de la pantalla de ese ordenador, pensando que triste es ser uno y no dos, sin saber como encontrar algo que te llene de verdad. Aunque lo dudo, pero es que yo dudo tantas cosas que ya no sé que más dudar. Ni que más temer. Ni que más odiar, pero si sé a quién amar. ¿Entonces? ¿Entonces, qué? ¿Indecisa, decidida? ¿Insegura, segura? ¿Feliz, infeliz? ¿Capaz o incapaz? Así, sin más. Empiezo a preguntarme, y ya no sé que responder. Tanto tiempo respondiendo preguntas tontas que no me ha quedado espacio para las de verdad. ¿Definirme? Difícil. ¿Imposible? Quizás. ¿Qué se supone que tengo que hacer, eh? ¿Sufrir? ¿Intentarlo y caer? ¿Seguir? Ya, cómo si fuese tan fácil. Y que todo el mundo te diga que lo siente, ¿pero qué sientes? ¿Sientes decirme que lo sientes? ¿Lo sientes por qué sabes lo que se siente? ¿O por qué quizás te lo imaginas? Oh joder, cómo echo de menos ese verano. Cuando me susurrabas, así. Suave, lento. Sin prisas. Cero agobios y no hay ansiedad. Sigo esperando a que vuelvas, no importa qué. No importa quién, ni cuando. Yo sigo, aunque la verdad es que no sé si por ti.



Firmado: un 1 que busca otro 1 para hacer dos. ¿te apuntas o no?
Pero susurráme eso sí, suave, lento, sin prisas, cero agobios y que no haya ansiedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario